–Sí,
sabes, te pareces a un viejo amigo que conozco –dijo ella
–
¿En qué? –le pregunté
–En
la manera de amar y de desear, en la forma de referirse al placer, en el juicio
cansado de su desesperación…
Siempre
te había visto como en un discreto amorío en el que terminaríamos como amigos –
Saliendo juntos, clandestinamente, como parte de una situación que generaba un
deseo y, al mismo tiempo, un juego atractivo – No sé si en algún momento,
mientras convivíamos de esta forma, también lo jugaste y al final decidiste
dejarlo por las buenas – Como esas situaciones que son mejor no darles tantas
vueltas porque terminarían en el mismo punto – Un punto que era más parecido a
una cruz sobre el camino y que podía significar tantas cosas – Personalmente
ese acercamiento me cambió el modo de ver mis relaciones futuras; y ahora,
estas mismas, me parecen cada vez más alejadas a los pulsos que me
provocaron tus manías – Quizá de ahí partió el verme, de pronto, en una
búsqueda de amantes por un oscuro mundo sexual.
–… en los errores, en las miradas perdidas,
haciendo todo como hacia un único sentido que bien pareciera ser el de la
redención o la condena…
Una
búsqueda que, por momentos, se vuelve frenética y, por momentos, absurda – Con
argumentos de algunos de mis amigos, y todos mis fantasmas, que se han ido confluyendo – Una búsqueda ambigua por los caminos que vagamos ciegos tantas
noches – Noches llenas de miradas – Y en la que caes una y otra vez por el
fuego tentador de lo erótico – Un fuego que, cuando funciona bien, esta
complementado por el número par: dos bocas, dos lenguas, dos miradas, dos
caderas, dos espaldas, dos sexos… así el fuego te ilumina y calienta – De lo
contrario, estando solo, el fuego bien te mata.
–… en los besos dudosos que das con los
ojos abiertos, en los sueños alargados por las vías de las sonrisas internas;
¡uff! sus sueños son tan parecidos…
¿Y
si las memorias también se perdieran en medio de la eternidad? – ¿Y si al borde
de nuestro destino los sentimientos desaparecieran antes que nuestra
conciencia? – La realidad, que nos detiene para recordar las cosas que anhelamos,
en medio del atardecer – ¿Recuerdas la noche en que charlábamos de las visiones
sobre las vidas pasadas que se cuelan en nuestros sueños? – Deseable es un
estado de sincronía con los sueños y la vida – Ojalá que los nuestros sean de
una textura muy suave – Porque, a esta altura, no sé qué otra cosa pueda
amortiguar nuestra caída.
–… pero, ¿sabes en qué sí son diferentes?
– ¿En qué? –le pregunté
–En que contigo siento que no nos
conocemos lo suficiente. ¿O tú como ves?
– No, supongo que no –le dije al final.