Si yo era alguien más, recuerdo muy
poco – Recuerdo que podía escuchar esa melodía momentos antes, un ritmo
delineado y oscuro, y puede que ese fuera el aviso inminente de la muerte – “A la muerte hay que engañarla el mayor
tiempo posible, para que a la hora de que todo se acabé, se declare más un
empate y no una victoria sobre nosotros”, recuerdo que decía eso una
tarjeta pegada en mi pared, del escritor Jorge Plata – “Si yo era alguien más, recuerdo muy poco, querida”, te dije
mientras que tú continuabas danzando entre las tumbas – Todas vacías de
esperanzas pero llenas de golosos y tragones.
Las lápidas cubrían aquellas paredes
del suelo al techo y hacían laberintos dentro de un salón tenuemente iluminado y
dónde tú me enseñaste a reproducir un escenario bajo una armonía para recrear
escenas que, se supone, es la vida – Como una sonrisa flotando en medio de la memoria
– Porque la memoria, aunque difícil de reproducir, sigue funcionando, querida –
Recuerdo los días que ahora los veo como más quietos y la ausencia como una
aurora cargada de las tormentas que dulcemente vivimos – ¿Vivimos? ¿Realmente vivimos?
– Entre risas, llantos, gritos, estornudos y gemidos; y casi nada de eso se ve
venir.
Recuerdo los eventos que se enfilan
hasta poder ver cómo progresivamente nos destruimos – Del principio hasta el
final, dónde nos quedamos justo con lo
aprendido – Escenas de pequeños reflejos con esencia de cenicillas se vuelve el
tiempo y nosotros somos los cadáveres hermosos que alguna vez el rock nos
prometió, nena – Mira ahora cómo hablo de ello con parsimonia y cuando estaba
vivo no podía ni tararearlo mientras caminábamos el uno al lado del otro.
Todos caminan con muchas personas
dentro de sí mismas que, igual que una ola, se acercan y se alejan cada cierto
tiempo, pero la concepción se genera en el exterior – O se completa con el
exterior – Aunque nosotros, querida, es posible que ahora solo caminemos entre
sueños; como nuestros más lejanos ancestros, como nuestros dioses perdidos y
trastocados – Es hora seguir adelante, ya sea sobre el maravilloso vuelo de la
noche o danzando el uno al lado del otro – Porque no te lo había dicho, pero
los personajes de las historias no dejan una cáscara de lo que fuimos, al final
de todo.
Recuerdo que te dije: No sé cómo
arrojar las palabras que me hacen describir mi pasión por tu belleza – Y tu
seguías danzando mientras mi voz se perdía en un recoveco de aquel laberinto de
tumbas – Si yo era alguien más, recuerdo muy poco y no es fácil de verlo – Me da tristeza la
eternidad – Las infames tardes de horas perdidas, el escenario infinito de las noches
vacías – Un suspiro que termina en silencio – Pero aún recuerdo la cadencia que
pronunciaban tus pasos, marcando tu voz, sonriendo entre una memoria que flota
en el vuelo magnifico de lo etéreo – Si tuviera vida aun andaríamos hacia ese
cementerio del Expiatorio para convertirme de nuevo en hombre invisible – Y
escribiría los últimos títulos de nuestra historia – Solo dos o tres más –
Quizá los más eternos – Es decir los más tristes. ¿No?
Mis obituarios decían: “Murió entre
un digno arco del pie, unos delgados brazos alrededor del cuello, una espalda
curva y un mentón apoyado en su hombro izquierdo” – Los periódicos al otro día
con una esquela llamativa junto a la sección de cartones y un boletín cuyo título
rezaba: “Los personajes de las historias no necesitan tener cáscara” – Después todos seguirían actuando igual
frente a mí, fuera de algunas minucias, la gente es igual, comen pan, beben
agua, caminan, se cansan, lloran o son llorados; a veces son felices – Eso
también lo leí de otra tarjeta que tengo pegada en la pared del cuarto – Recuerdo aquí mismo la hora en que debimos
hacernos los fuertes, los serenos, los inteligentes – Como expertos nadadores
de la mortalidad – Si yo era alguien más, recuerdo muy poco – Y agradezco, que
hayas venido ahora para intentar recordármelo – Es cierto que los personajes de
las historias no necesitan tener cáscara para saber lo que fuimos pero, solo
igual que los muertos necesitan tener luz, flores, danzas; las razones varían –
Nuestros espíritus siguen danzando entre las tumbas, querida.
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