Tú por hablar, yo por quedarme tan callado
Extremoduro
Extremoduro
“Antes que nada: Feliz año”, dijiste, cuando debíamos encontrarnos para intercambiar un par de libros* – Tendrían que ser cerca de las doce del mediodía – “Con
el desquicio que hay en mi cabeza se ven montados los escenarios más
conscientes”, te dije cuando me preguntaste cómo estaba – “¡Me da gusto! Más en tu papel no podía
encontrarte” dijiste antes de responderme el saludo – El hoy es el antes del mañana.
Antes, en estos mismos panoramas ella existía como Éxtasi Jimena y conocía todas las respuestas – Pero yo, por
obstinación, egoísmo o simple distracción; nunca le pregunté correctamente las
cosas o la vida – Hoy ella se llama igual, pero para mí ya no hay un antes que
por presente se tenga.
Antes de ir
a tu trabajo, fuimos por un café y en el camino nos encontramos una galería de
una importante artista que ninguno de los dos conocía – El cuadro, del tamaño de
una cajetilla de cigarros y que era el más barato, costaba seiscientos pesos –
“Ni siquiera traigo ese dinero en este
momento conmigo” dije yo – “Ni modo,
tu escogiste ser escritor y no pintor” dijiste – Por dentro me pregunto si
en realidad yo escogería algo como eso – Sobre todo sabiendo que ya no queda
mucho en mi memoria de lo que antes era y, de lo poco que queda en estos días,
bien o mal, se encargan algunos viejos amigos de recordármelo – En su momento, me
da vértigo el punto muerto de mi existencia.
Antes que
con algunos cuantos, se tenía la suficiente fuerza de presenciar el exceso y
salir ilesos de cada noche, de cada calle, de cada sabrosa mentira; pero de la vida nadie sale ileso, corazón,
dijiste tomándole un sorbo a tu café. Hoy como bien lo dice una buena amiga: Noches de desenfreno… mañanas de ibuprofeno.
Antes, háblame de ti: Después de usar tinder, puedo
pensar que podría hacerse una novela como de Javier Marías llamada “Así empieza
lo malo”. Con los amoríos bien dispuestos, o los AMOR RIOS que terminan
flotando en un océano de mugre, dijiste en estado de esperar que
respondiera algo – “Me gustan tus botas”
solté finalmente. Y tú solamente seguiste mi mirada por un momento antes de
levantarte de tu lugar y decir: Acompáñame
a mi trabajo y en el camino me cuentas un poco de ti. Sobre todo de tus últimos estados emocionales – Salimos caminando por plaza de la Memoria mientras yo le contaba que tenía tantas cosas atoradas sobre esos estados, que prefería dejar el tema para luego, cuando tuviéramos más tiempo libre o yo tuviera más tiempo de acomodar lo que se supone que no existe. Ya vendrán tiempos peores donde el olvido será la verdadera permanencia.
“Antes lucías un poco diferente”, dijiste
– Si, me lo han dicho últimamente, supongo
que así debe ser, dije yo – Mientras me motivaba tu caminar parsimonioso de ondulantes preguntas hasta que por fin llegamos a tu trabajo – El hoy es el antes del mañana – Y la impresión en
la memoria de alguien es como perseguir la imagen de un fantasma – Una persecución
meramente elegida – Existía un antes, desde antes de que tu nacieras, y así habrá uno cuando te mueras – Lo mejor es
lo que me dijiste al despedirnos y dejarte en la puerta de tu trabajo –
Cuando te dio por contar que este 2018 tenías algunos propósitos, entre
ellos un viaje a Baja California y a un festival de música. Y yo pasé de
contarte que las historias siempre se escriben después de pasar por la mente de
alguien: “Con el desquicio que hay en mi
cabeza se ven montados los escenarios más conscientes”. Lo dijiste antes y
ahora no se me olvida: Yo creo que las letras
son Vida, la otra vida, la vida del olvido que es la verdadera permanencia.
*Los libros fueron: El insomnio de Bolívar de Jorge Volpi, por La literatura Nazi en América de Roberto Bolaño.