jueves, 8 de diciembre de 2016

NUESTROS ESPÍRITUS SIGUEN DANZANDO ENTRE LAS TUMBAS.

Si yo era alguien más, recuerdo muy poco – Recuerdo que podía escuchar esa melodía momentos antes, un ritmo delineado y oscuro, y puede que ese fuera el aviso inminente de la muerte – “A la muerte hay que engañarla el mayor tiempo posible, para que a la hora de que todo se acabé, se declare más un empate y no una victoria sobre nosotros”, recuerdo que decía eso una tarjeta pegada en mi pared, del escritor Jorge Plata – “Si yo era alguien más, recuerdo muy poco, querida”, te dije mientras que tú continuabas danzando entre las tumbas – Todas vacías de esperanzas pero llenas de golosos y tragones.

Las lápidas cubrían aquellas paredes del suelo al techo y hacían laberintos dentro de un salón tenuemente iluminado y dónde tú me enseñaste a reproducir un escenario bajo una armonía para recrear escenas que, se supone, es la vida – Como una sonrisa flotando en medio de la memoria – Porque la memoria, aunque difícil de reproducir, sigue funcionando, querida – Recuerdo los días que ahora los veo como más quietos y la ausencia como una aurora cargada de las tormentas que dulcemente vivimos – ¿Vivimos? ¿Realmente vivimos? – Entre risas, llantos, gritos, estornudos y gemidos; y casi nada de eso se ve venir.

Recuerdo los eventos que se enfilan hasta poder ver cómo progresivamente nos destruimos – Del principio hasta el final, dónde  nos quedamos justo con lo aprendido – Escenas de pequeños reflejos con esencia de cenicillas se vuelve el tiempo y nosotros somos los cadáveres hermosos que alguna vez el rock nos prometió, nena – Mira ahora cómo hablo de ello con parsimonia y cuando estaba vivo no podía ni tararearlo mientras caminábamos el uno al lado del otro.

Todos caminan con muchas personas dentro de sí mismas que, igual que una ola, se acercan y se alejan cada cierto tiempo, pero la concepción se genera en el exterior – O se completa con el exterior – Aunque nosotros, querida, es posible que ahora solo caminemos entre sueños; como nuestros más lejanos ancestros, como nuestros dioses perdidos y trastocados – Es hora seguir adelante, ya sea sobre el maravilloso vuelo de la noche o danzando el uno al lado del otro – Porque no te lo había dicho, pero los personajes de las historias no dejan una cáscara de lo que fuimos, al final de todo.  

Recuerdo que te dije: No sé cómo arrojar las palabras que me hacen describir mi pasión por tu belleza – Y tu seguías danzando mientras mi voz se perdía en un recoveco de aquel laberinto de tumbas – Si yo era alguien más, recuerdo muy poco  y no es fácil de verlo – Me da tristeza la eternidad – Las infames tardes de horas perdidas, el escenario infinito de las noches vacías – Un suspiro que termina en silencio – Pero aún recuerdo la cadencia que pronunciaban tus pasos, marcando tu voz, sonriendo entre una memoria que flota en el vuelo magnifico de lo etéreo – Si tuviera vida aun andaríamos hacia ese cementerio del Expiatorio para convertirme de nuevo en hombre invisible – Y escribiría los últimos títulos de nuestra historia – Solo dos o tres más – Quizá los más eternos – Es decir los más tristes. ¿No?


Mis obituarios decían: “Murió entre un digno arco del pie, unos delgados brazos alrededor del cuello, una espalda curva y un mentón apoyado en su hombro izquierdo” – Los periódicos al otro día con una esquela llamativa junto a la sección de cartones y un boletín cuyo título rezaba: “Los personajes de las historias no necesitan tener cáscara” – Después todos seguirían actuando igual frente a mí, fuera de algunas minucias, la gente es igual, comen pan, beben agua, caminan, se cansan, lloran o son llorados; a veces son felices – Eso también lo leí de otra tarjeta que tengo pegada en la pared del cuarto –  Recuerdo aquí mismo la hora en que debimos hacernos los fuertes, los serenos, los inteligentes – Como expertos nadadores de la mortalidad – Si yo era alguien más, recuerdo muy poco – Y agradezco, que hayas venido ahora para intentar recordármelo – Es cierto que los personajes de las historias no necesitan tener cáscara para saber lo que fuimos pero, solo igual que los muertos necesitan tener luz, flores, danzas; las razones varían – Nuestros espíritus siguen danzando entre las tumbas, querida.